Introducción
¿Qué significa el término “Dios”
en el diario de Etty, qué connota? ¿La significación que hacemos en
Latinoamérica es coincidente con la que nos ofrece esta mística de ascendencia
judía? ¿Qué representa el
cristianismo para Etty y, sobre todo, qué representa Etty para el cristianismo
de esta región?[1] Estas preguntas guiaron mi interpretación del testimonio
espiritual de Etty Hillesum, la razón: su devenir espiritual simboliza un
cambio cosmovisional en el que la experiencia deiforme[2]
concede un lugar preponderante al misterio del Mal, constituyendo la
relación de dicha experiencia y de tal
misterio el punto axial de un cambio de conciencia.
Teniendo en cuenta estas
inquietudes comparto la reflexión que sigue como filocristiano o queriente[3] respecto al mensaje de Jesús, empleando algunas herramientas
interpretativas del Círculo de Eranos[4] y apelando al cotejamiento de la obra de Etty con el
libro de Job.
Así, tras esta introducción
presentaré las líneas generales de una reflexión que, en perspectiva
eranosiana, puede comunicarse metafóricamente como sigue: Etty viajó al hades para re-ligarse consigo misma y su
experiencia es susceptible de ser emulada en clave deiformante.
Lo anterior implicará la comparación que se ha advertido, el
empleo de algunas categorías provenientes de la hermenéutica eranosiana
(Inconsciente colectivo, Arquetipo(s), Experiencia simbólica, Individuación,
Hombre creativo, Mal, Patriarcalismo, Fratriarcalismo, Matriarcalismo, Alma) y los siguientes apartados: La
mística como encuentro de sí mismo y decisión de com-padecer, y Oración jobiana como sed de
sentido.
La mística como encuentro de sí
mismo y decisión de com-padecer.
En la experiencia
de Etty se observa un deslizamiento del significante “Dios” de la tradición
judía a la cristiana sin que opere la discontinuidad entre ellas sino un continuum místico en el que la relación
binaria Dios-El Mal es re-significada de tal modo que el primero deja de ser el
Otro radical ubicado en el Más Allá, para encontrarse en el sí mismo sobre el que teorizó Jung como
condición sine qua non de la
individuación. Detengámonos al propósito en algunas palabras de Etty: “[...] descanso dentro de mí. Y ese ser yo
misma, lo más profundo y rico en mí, mi descanso, lo llamo «Dios».” [5]
A este sí mismo llegó Etty mediante la
“pedagogía del misterio” de Julius Spier, discípulo de Jung, y en cuya
trayectoria podemos identificar la clave interpretativa acerca del significado que tiene el
término “Dios” para ella y al contraste que pudiera, seguramente, tener con los
lectores del cristianismo latinoamericano, como a las consecuencias de tal
significado en relación con el que tiene el Mal.
Pues bien, para familiarizarnos con
tal contraste conviene que recordemos la pregunta ¿Cree usted en Dios? que le
hicieran a Jung en una entrevista y la respuesta en dos tiempos que él diera:
No necesito creer; lo conozco (y casi tres meses después mediante
una carta): No afirmé [...] “Dios existe”, sino “No
necesito creer en Dios; lo conozco”. Ello no significa: conozco a un Dios
particular (Zeus, Jehová, Alá, la Santísima Trinidad, etc.), sino: sé
inequívocamente que me hallo ante un factor desconocido en sí mismo [...].[6]
Las respuestas de Jung pueden darnos luces del significante
“Dios” en el devenir místico de Etty, lo cual significa que ella encontró a
Dios re-ligándose consigo misma tras haber explorado en el inconsciente. Esta exploración, además de
salvarla de la locura, excedió el campo de lo individual para constituirse en
una incursión en el inconsciente colectivo.
Ahora ¿Qué representa el cristianismo para Etty? Podemos al
respecto volver sobre un diálogo que ella sostuvo con su amigo Klass el 23 de
septiembre de 1942:
Tenemos que estar convencidos
de que cada chispa de odio que nosotros añadamos al mundo, lo hace más
inhóspito de lo que ya es. Y Klaas, el viejo y enconado luchador de clases,
dijo desconcertado y al mismo tiempo sorprendido: «Sí, pero eso... ¡Eso sería
otra vez el cristianismo!». Y yo, divertida por tanta confusión, dije muy
serenamente: «Sí, ¿y por qué no el cristianismo?».[7]
Estas palabras fueron el colofón de
un diálogo en el que ella le expone la relación que observa entre el odio, el
miedo y el mal. En dicho diálogo, tras la reflexión inicial de Etty, “Klaas
hizo un gesto cansado, desanimado, y dijo: «Pero lo que tu [sic] quieres, tarda
demasiado, ¿y si no tenemos tanto tiempo?».”[8]
A lo que ella respondió:
«De lo que tú hablas lo llevan haciendo ya desde hace dos mil
años de nuestra era, aparte de los muchos siglos antes, en los que también
existía la humanidad. ¿Y qué te parece el resultado, si me permites la
pregunta?».[9]
¿A qué se refiere
Etty con “nuestra era”? Pareciera que no al cristianismo, pues no tendría
sentido que después identificara esta religión como el remedio al odio; sin
embargo,
“nuestra era” es la era cristiana ¿Qué quiso decir entonces? Seguramente, se
refiere al cristianismo helenizado como la raíz del odio ¿Tácitamente, estaría
planteando la des-helenización del cristianismo? ¿Cuáles serían los resultados de tal empresa
para el ethos latinoamericano? Tal
vez, un cristianismo que identifique como su prehistoria la matriz
semítico-judía sobre la greco-romana, superando así el dualismo Mal-Bien, como
Cuerpo-Alma.
De otro lado, cabe aclarar que el
cristianismo para Etty no es coincidente con la versión que la mayoría de los
cristianos tienen de su fe, sino con el significado que tiene en la tradición
jungiana-eranosiana; es decir, como un tesoro espiritual -entre otros-
que puede atender la búsqueda de sentido,
mas no como la condición de la salvación del alma en un hipotético Más Allá.
Etty valoró el
cristianismo como un referente en el tránsito que debemos hacer del odio al
amor, siempre y cuando evolucione. Evolución,
que en perspectiva eranosiana, implicaría superar su Patriarcalismo hacia el Fratriarcalismo[10]
tras concienciar el trasfondo matriarcal que permea el inconsciente colectivo
en forma de Ánima.[11]
En esta empresa
evolutiva, circunscribo a la mística de Middelburg por cuanto su caso ha de
valorarse no solamente como un proceso de metanoia individual sino como una revolución arquetípica[12]
que nos implica como humanidad; revolución respecto de la comprensión de Dios y
de su relación con el Mal, en la que el primero ha de dejar de concebirse como
Rey Solar, Patriarca proveedor y justiciero, para ser experienciado como presencia misteriosa e inefable a través,
principalmente, de la relación sufrimiento-compasión; revolución en la que el Mal dejaría
de ser el no-ser para adquirir un rol determinante en la economía de salvación.[13]
De esta manera,
podemos comprender la relación entre la invitación que Etty nos hace de ayudar a Dios, y la revolución
arquetípica respecto a la relación humanidad-divinidad que su Diario plantea
entre líneas. En este sentido, se trata de proyectar a la divinidad como
necesitada de
ayuda, tal como lo revela la siguiente oración: “(Dios) Sólo una cosa es para
mí cada vez más evidente: que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti
y así nos ayudaremos a nosotros mismos.”[14].
Una revolución arquetípica en la que
salvemos a la divinidad de quienes subsumen, por ejemplo, la novedad de Jesús
en una entidad abstracta que combina la
severidad de Yahvé y la intemperancia de Zeus. Solo así, el adjetivo y
sustantivo “religioso” puede re-significarse según la memoria escrita de la deiformidad
de Etty, miremos:
Madre. De pronto una ola de amor y compasión, que arrastra
todas las pequeñas irritaciones. [...] Madre, que en un momento dado dijo:
«Sí, en realidad soy religiosa». [...] Ese en realidad lo dice todo.
Enseñar a la gente a eliminar ese en realidad para que tengan el valor de
afirmar sus sentimientos más profundos. ¿Qué quieren decir con ese en
realidad?.[15]
Así, podemos superar la
imagen del Dios Omnipotente y re-significar la condición religiosa para dejar
de reducirla a la aceptación de fórmulas de “fe” y de instrucciones
magisteriales, y decidirnos por ser compasivos con quienes le dan libre curso a
sus sentimientos, bien sean “positivos” como la gratitud que encarnó al final
de sus días Etty, o bien sean “negativos” como la referida ira de su madre, o
la desesperanza de su padre, o la extrema infelicidad de Mischa, su hermano[16]. Etty nos invita a
re-ligarnos con nuestro(s) sí mismo(s)
y para ello debemos orar con sinceridad. Aquí, una muestra de la oración
jobiana cuando la desesperanza invade el ánimo.
1 Asco tiene mi alma de mi vida:
derramaré mis quejas sobre mí,
hablaré en la amargura de mi alma.
2 Diré a Dios: ¡No me condenes,
hazme saber por qué me enjuicias!
3 ¿Acaso te está bien mostrarte duro,
menospreciar la obra de tus manos,
y el plan de los malvados avalar?
4 ¿Tienes tú ojos de carne?
¿Como ve un mortal, ves tú?[17]
Oración jobiana como sed de
sentido.
¿Qué tienen en
común Etty y Job? Observemos comparativamente las diferencias y semejanzas
entre ambos textos y sus protagonistas. Mientras que el primero es el relato de
un sujeto históricamente situado, el segundo es una pieza literaria de
contenido metafórico sapiencial sobre un sujeto legendario o mítico. En el
diario, a través de una oscilación entre la primera y la tercera persona del
singular, la autora configura un monólogo por medio del cual pesca[18]
desde su yo en el sí mismo, o, lo que es lo mismo, desde su
conciencia en el inconsciente. En el texto bíblico, su protagonista, en cambio,
dialoga con amigos que fungen como apologistas de la ira divina, y con Dios
mismo.
La convergencia entre los dos
textos estriba en que quieren aleccionar sobre la relación humanidad-divinidad
con arreglo a dramas psicológico-religiosos, en los que la beatitud lograda por
los protagonistas es simétrica al desenmascaramiento de “Dios”. En Etty, Dios deja ser una
entidad trascendente y todopoderosa para convertirse en la presencia a
desenterrar de la interioridad y un ser necesitado de ayuda. Con Job, Dios deja
de ser el impoluto por antonomasia, el Gran proveedor y protector del justo,
para convertirse en un ser que cae en la tentación de Satán.
En este desenmascaramiento,
salta una diferencia notoria entre estas dos comprensiones de Dios. En los
diarios, él no abandona a su criatura, mientras que en el libro de Job Dios es
indolente a sus lamentos. Pese a esta diferencia, salta a la vista la semejanza
más importante: los dos tienen sed de sentido, de un sentido que no se agota
en racionalizaciones o discursos moralizantes, ni
en fórmulas de fe, sino en el libre curso de los sentimientos a través de la oración, sean
de gratitud, como en Etty, o de desesperanza, como en Job.
Tras este parangón,
subrayemos el hecho de que los dos relatos conciernen a dramas
psicológico-religiosos, y establezcamos que la comprensión de tales dramas está
asociada a la concepción antropológico-filosófica de la psicología analítica
que propició Jung, a saber: ser humano es poseer un psiquismo complejo cuya
esfera más íntima se encuentra en el inconsciente, esfera por cuya naturaleza
estamos dominados por una suerte de pulsiones espirituales que la conciencia,
sobre todo ilustrada, tiende a reprimir. Según esta concepción, existe un
inconsciente del espíritu que, al reprimirse, sobre todo en las subjetividades
creativas[19], descompensa la psiquis
y produce no solo desazón existencial, sino la enfermedad del alma.
Los motivos de la relación
entre dichos dramas y la psicología analítica se advierten con facilidad: Job,
en su calidad arquetípica, concitó el interés de Jung, quien brindó en Respuesta
a Job[20] una
interpretación que posibilita comprender el trasfondo espiritual del triángulo
Dios-Hombre-Satán, exponiendo el caso extraordinario en el que un individuo
justo que cae en desgracia logra desenmascarar a Dios, experienciando lo
que Rudolf Otto identificó como el lado
irracional de lo divino, lo sagrado y su violencia[21].
Ahora, si Job conoció el “Misterio Terrible”, Etty por su parte nos presenta su
envés, es decir el “Misterio Fascinante”, sin dejar de mostrarnos la
comprensión de lo terrible, pues en ella encontramos com-pasión frente al desespero
y frustración de familiares,
amigos y comunidad judía ante el holocausto; com-pasión que Job esperó
sin encontrarla.
Así, Etty y Job son héroes
del espíritu porque logran comunicar mediante la “oración jobiana” una
espiritualidad que, para la mayoría de los mortales (en Occidente, sobre todo),
es inconsciente ¿Por qué lo logran? Porque en su oración dieron libre curso a
su dolor o gratitud, a su desespero o esperanza, sin mancillar lo que Huxley
denominara Corazón Puro[22].
Conclusión
El viaje de
Etty al hades, planteado metafóricamente en la
introducción de este escrito, puede comunicarse ahora de manera
conceptual: Etty representa un caso de
individuación tras haber elaborado su experiencia simbólica con arreglo a una
terapia de corte psicológico analítico. En dicha experiencia el mal no fue
concebido como la ausencia del bien y Dios dejó de ser una referencia abstracta
antropormofizada para convertirse en “aferencia de sentido introyectada”[23].
Tal experiencia puede ser emulada para superar una ilustración marchita y un
patriarcalismo oprobioso que urge ser desacralizado, condiciones sine qua non de un nuevo tiempo, de una
nueva conciencia.
Referencias
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1941 - 1943. Madrid :
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Jung, Carl. Acercamiento al
inconsciente. Madrid: Aguilar, 1966
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Carl. Respuesta a Job.
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Escuela Bíblica Arqueológica de Jerusalén
(trad. y ed.). Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brouwer, 2009.
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Bibliografía
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Neumann,
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Andrés."Las incomprensiones de Dios en la historia". Vídeo de Youtube, 1:21:55. Publicado el 14 enero de 2015. https://www.youtube.com/watch?v=63xb4GtOi3U
Otto,
Rudolf. Lo Santo. Lo racional e irracional en la idea de Dios. Madrid:
Alianza., 1996.
Sholem,
Gershom. «El Bien y el Mal en la Cábala.» En Arquetipos y símbolos
colectivos. Círculo Eranos I, de Andrés Ortis-Osés y Patxi Lanceros,
97-134. Barcelona: Anthropos, 1994.
[1] El ethos religioso latinoamericano es histórica y
sociológicamente el de un cristianismo barroco y contrarreformista tras el “Encubrimiento de América” hacia
finales del siglo XV. Véase: Herrera, “La idea del orbe cristiano y la
conquista de América”, 2009.
[2] El concepto deiforme,
tomado de la mística renano-flamenca, hace referencia a la suprarracionalidad
del hombre que llega a identificarse con la sustancia más íntima del alma.
Véase: Bergamo, “La
anatomía del Alma”, 52.
[3] “[...] creer es, en primera instancia, querer creer”.
Ver: Unamuno, “El sentimiento trágico de
la vida”, 114.
[4] Comunidad
interdisciplinar que entre 1933 y 1988 se reunió en Ascona
(Suiza) con la finalidad de identificar “vínculos profundos” entre Oriente y
Occidente a partir,
principalmente, de la obra de Carl Jung.
[5] Hillesum, “Una vida conmocionada. Diario 1941 - 1943”, 169.
[6] Véase: “Jung, en respuesta a la polémica sobre su «Yo sé [que existe Dios]»”. Disponible
en: https://www.odiseajung.com/editoriales/jung-en-respuesta-a-la-polemica-sobre-su-yo-se-que-existe-dios/.
[7]
Hillesum, “Una vida conmocionada. Diario 1941 - 1943”, 178.
[8] Ibíd.
[9] Ibíd.
[10] Por
Fratriarcalismo ha de entenderse “la
superación tanto del narcisismo matriarcal (auto ética) como del narcisismo patriarcal
(omnipotencia).”. Véase: Ortíz-Osés, “Las estructuras simbólicas del mundo”, 252.
[11] “Lo matriarcal no es[...] algo exclusivo de la mujer [...] se hace referencia a una fase arquetípica y no meramente histórica,
del desarrollo de la conciencia, en la que el yo se encuentra bajo el influjo
del inconsciente y no es autónomo[...] .” Véase: Neumann, “La conciencia matriarcal”, 47.
[12] Por
arquetipo ha de comprenderse aquello que estructura el inconsciente colectivo. Véase: Jung, “Acercamiento al inconsciente”,
1966.
[13] Véase: Sholem, “El Bien y el Mal en la
Cábala”, 1994.
[14] Hillesum,
“Una vida
conmocionada. Diario 1941 - 1943”,142-143.
[15] Ibíd., 75-76.
[16] Ibíd., 69.
[17] Job 10: 1-4.
[18] Jung, “Sobre los arquetipos del
inconsciente colectivo”, 27.
[19] Neumann,
“El hombre
creador y la transformación”,
19-42.
[20] Jung, “Respuesta a Job”, 2014.
[21] Cfr. Otto, “Lo Santo. Lo
racional e irracional en la idea de Dios”, 1996. Ahora, Sobre el significado ambivalente de
lo sagrado vale la pena referir también la siguiente observación: “Lo santo hace referencia a
lo más alto y encumbrado: lo que no puede ser tocado ni rozado por el testigo
(ni tan siquiera «mirado»). Lo sagrado [...] puede hacer referencia a algo execrable que debe ser rechazado.
Sagrado puede llegar a significar «execrable, rechazable, siniestro» (así el
sacer latino).” Véase: Trías, “La Edad del
espíritu”, 36.
[22] Cfr.
Huxley, “La Filosofía Perenne”, 2017.
[23] Dios
como aferencia de sentido significa,
en este contexto, algo así como influjo insoslayable de la psique. Véase: Ortíz-Osés. Las incomprensiones de Dios en la Historia. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=63xb4GtOi3U
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