El
Voto en Blanco y la Acción Simbólica
(Consideración
basada en “Ensayo sobre la Lucidez”[1]
Por: Johnni Alfredo
Ochoa Gómez
“El problema de la izquierda
es que no tiene puta idea
del mundo en el que vive”[2]
(José Saramago)
Tal vez el comunismo de
Saramago, quien bordea los 90 años de edad, sea la muestra fehaciente de que el
discurso de izquierda debe remozarse para hacer viable su visión de mundo,
visión que si bien tiene sobrados y legítimos motivos para criticar el sistema
político que el liberalismo ha
configurado en la mayor parte de la cultura occidental, debe encontrar un
lenguaje y unos instrumentos de lucha acordes con las demandas del mundo
actual. En este sentido, el comunismo del nobel portugués hace honor a la
tradición socialista, particularmente al marxismo, cuando cuestiona por medio
de su literatura formas tradicionales, anquilosadas y anacrónicas de lucha.
En Ensayo sobre la lucidez un cuestionamiento a la izquierda monolítica
y cobarde atraviesa la trama de manera particular cuando, a través de la relevancia que adquiere el voto en blanco
como opción en la democracia representativa e intersticio por donde puede
fraguarse una ruptura de ésta, la acción simbólica es presentada en toda su
capacidad transformadora, más aún, cuando esta parte del pueblo sin ser dependiente
de “cuadros”, partidos o ideólogos que pretenden emancipan al vulgo de la falsa conciencia…
La acción simbólica del voto en blanco ha de leerse entonces como una crítica
a la acción de hecho, mecanismo al
que apelan muchos ánimos rebeldes de las más variadas tendencias en busca de un
cambio estructural de la sociedad. Votar en blanco en una situación hipotética
como la que nos presenta este escritor comunista es capitalizar –con perdón de
quienes hacen cruces al oír cualquier palabra con el infijo “capital…” - una
opción legal cuando la legalidad es ilegitima. La acción de hecho, es de hecho el “argumento” al que apela el
gobierno cuando en procura de desestabilizar la ciudad que ha abandonado -como
forma de castigo por haber votado mayoritariamente en blanco-, incinera a 34
personas al colocar una bomba en la estación del metro; actores, hacedores de
hecho, o como se diga, es lo primero en lo que piensa dicho gobierno -porque le
conviene- al buscar la causa de los blanqueadores y vincula su acción con anarquistas
o estados desestabilizadores y terroristas.
¿Qué significa la acción
simbólica?[3]
Puede interpretarse como la acción mediante la cual se introduce un cambio de
sentido en las significaciones que desde los discursos oficiales instituyen la
representación de lo real, una acción contra la violencia simbólica en la que
los dominados o gobernados naturalizan las formas de poder que los dominantes
–gobernantes infringen de manera sutil,
cotidiana o taxativa sobre el pueblo; dicho de otro modo, es una alternativa
teorizada por la sociología política en el marco de la tradición marxista que
sin más objetiva las relaciones de poder en los códigos que sutilmente se
inscriben en la dinámica cotidiana de los dominados, haciendo que estos
naturalicen sus significaciones, facilitando así y sobre sí la violencia simbólica[4]
que los dominantes han urdido al compás de intereses de dominación o creencias
de legitimidad.
La acción simbólica, entonces
es vital para develar los resortes del poder… ¿Cuáles son los resortes de la
dominación política que se enmascara en la democracia liberal? Desde la
perspectiva que el nobel portugués nos ofrece en su texto, tales resortes son:
·
La antinomia entre la libertad individual que
justifica la teoría liberal y la disolución de ésta en razón de la denominada representatividad.
·
La creencia mediante la cual se afirma en el imaginario
colectivo que la democracia existe cuando existe el derecho a sufragar.
·
La delegación del individuo de su poder
constituyente en los representantes del poder.
·
El derecho de libre asociación supeditado a
la práctica corporativista de los partidos políticos.
·
La ficción de los discursos nacionalistas al
asociar semánticamente Estado, Gobierno y Nación.
Ahora, los defensores del escolasticismo comunista[5]
podrían refutar este tipo de consideraciones, cacareando que la acción
simbólica sólo cobra sentido como recurso estilístico de la producción
narrativa, y que en cambio la acción de hecho urge cuando en el derecho la
protesta se criminaliza o cuando el sistema democrático no pasa de ser –como en
este mísero país- un sistema monolítico de favores, imposturas y corrupción que
bajo la apariencia de Estado de Derecho encubre intereses de derecha; críticas
que válidas en su momento, no pasan ahora de ser doxa… meras opiniones que espíritus “piadosos” pero confundidos esgrimen
cuando creen que el problema es derrumbar un orden para imponer otro... reemplazar
un color por otro, una bandera por otra, un estado por otro… Saramago al
respecto va más lejos cuando a través del ministro del interior (en un diálogo
con el primer ministro, cuando buscaba con afán dilucidar las causas que
sacudieron el sistema democrático), sentencia:
“Qué pretenden conseguir,
las manifestaciones nunca han servido para nada, de otra manera nunca las
autorizaríamos”[6]
Saramago trasciende su crítica
a la acción de hecho como forma de lucha cuando se atreve, como en la cita
anterior, a cuestionar la funcionalidad de las manifestaciones, critica que da
sentido a preguntas como ¿Son las manifestaciones expresiones de insatisfacción
social para los gobiernos o expresiones folclóricas a las que debe abrirles
curso en las calles para que la catarsis colectiva intensifique el letargo?
Ahora, es importante dejar en claro que las manifestaciones en sí no causan ruido y ya…[7]sino
que necesitan de un elemento que está desprovisto en la mayoría de ellas, a
saber: la transgresión de la semántica, nuevos juegos de lenguaje, semióticas
renovadas del poder, acciones individuales o colectivas que a partir de las
disposiciones de la misma cultura –como el voto en blanco- transgredan el
orden, mediante el juego en una especie de sabotaje cultural…
La acción de hecho entonces,
tan cacareada y practicada a costa de la
vida y la integridad de muchos seres humanos, como opción de lucha contra el
oprobioso sistema, se vislumbra no como un mal menor, sino como un mal sin
trascendencia cuando su finalidad no es disolver los códigos y las
significaciones que mantienen la forma, el molde al que se ajusta cualquier
poder misantrópico, anquilosado y corrupto. El voto en blanco constituye, en el
intríngulis de la mecánica electoral, el intersticio mediante el cual se
fractura la máscara de la democracia liberal y se introduce una afrenta al
sistema mediante una acción legal (votar), acción que mina poco a poco los
resortes del poder legal e ilegítimo.
Saramago, comunista a la
altura de los tiempos que surcan nuestro mundo, plantea en su texto el poder y
la urgencia de la acción simbólica como primer paso para transformar el mundo,
empresa que demanda tiempo y cuyo final feliz se hunde en los arcanos del
tiempo[8].
Mientras tanto, mientras sufrimos esta
época trans-moderna, además del análisis politológico, filosófico, sociológico,
etc., la literatura –como bien lo hace nuestro Saramago- el cine, la música,
las artes en toda su extensión puede aunar esfuerzos en la trinchera política de quienes sin partido o
con partido nos pronunciamos a favor de lo humano, lo cordial, lo razonable
como profetas de nuevos códigos y significaciones.
[1]
SARAMAGO, José. Ensayo sobre la lucidez. Ed. Santillana, 2006. Madrid
[2] Ver:
http://cuaderno.josesaramago.org/2008/10/01/%c2%bfdonde-esta-la-izquierda/
[3] Categoría cuyo marco de
reflexión se inscribe en la sociología política de estirpe marxista -¿o
neo-marxista?- y cuyo representante más prominente es el francés Pierre
Bourdieu.
[4]
Saramago, increpa por medio de la ironía a su país (Portugal), cuando en una
parte del relato –antes de la alocución que el presidente del gobierno dirige
tras haber éste abandonado la ciudad de los blanqueadores- le recuerda lo que
en términos bordieanos es la violencia simbólica:“… se trata de un pueblo universalmente famoso por haber ejercido
siempre con meritoria disciplina cívica y religiosa devoción sus deberes
electorales” (Op cit. P. 114)
[5] Concepto que el socialista y científico
social colombiano, Antonio García Nossa, nos ofrece en su obra
“Dialéctica de la democracia” (Ediciones Cruz del sur, Bogotá, 1972).
[6]
(Op cit. P. 157)
[7] La marcha del silencio que
condujo Gaitán, expresión paradigmática de la acción simbólica, al disolver la
creencia de los gobernantes de turno quienes asociaban la critica proveniente
del pueblo, con falta de organización, ausencia de disciplina, pulsiones sin
más… ignorancia.
[8] En su obra “Sobre utilidad y
perjuicios de la historia para la vida” (Biblioteca Edaf. Madrid, 2000) Nietzsche advierte sobre uno de los complejos
humanos: Considerarse epílogo de la Historia.
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